San Sebastián,

la perla del Cantábrico

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Visitar San Sebastián (Donostia en euskera) es darse un baño de belleza. Por un lado, destaca el atractivo ya de por sí natural de esta ciudad, que despliega sus encantos alrededor de la hermosa bahía de La Concha. Por otro, llama la atención su seductora arquitectura de estilo francés de la belle époque, que ha marcado el perfil de esta urbe desde que a finales del siglo XIX empezó a ser lugar de veraneo de la realeza española y de la diplomacia de otros países.

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También incluyo dentro de sus encantos y su belleza a la gastronomía vasca, que en Donostia ha llegado a los niveles más altos de excelencia, poniendo el broche de oro a cualquier visita que se precie. Así que empezaremos nuestra bella jornada por San Sebastián como lo hace cualquier donostiarra: comprando en el mercado los productos frescos que posteriormente elaboraremos en la cocina siguiendo el recetario tradicional vasco.

Hechas las compras, nos uniremos a la población autóctona que a diario disfruta de una caminata saludable alrededor de la bahía de La Concha. Con el mar a nuestra derecha, caminaremos junto a la mítica barandilla colocada allí en 1910 en la reforma integral del paseo de La Concha, realizada durante el apogeo que se vivió con la llegada de la reina Isabel II. Su médico le había recomendado baños de mar para sanar su herpes, y es así como poco a poco Donostia se convirtió en la ciudad de vacaciones de moda de la corte. De aquella época también datan el  balneario de La Perla y el Palacio Miramar (éste de estilo inglés), que podremos ver a lo largo de nuestro paseo.

Por un momento, dejaremos las historias del pasado vinculadas a la corte para contemplar una de las obras más célebres del arte vasco de vanguardia del siglo XX: el Peine del Viento. Se trata de un conjunto de enormes esculturas de hierro de Eduardo Chillida, situadas en el extremo occidental del paseo de La Concha sobre una obra arquitectónica en las rocas concebida por el arquitecto Luis Peña Ganchegui. Es uno de esos lugares donde el ser humano siente fundirse con la naturaleza si se coloca sobre las salidas de aire (a veces también de agua) y recibe las ráfagas de viento que envían las olas al romper en las rocas y las esculturas. En días de fuerte oleaje, la gente acude a disfrutar del espectáculo.

La hora de salida del funicular nos marcará el fin del primer episodio místico de la jornada. Tomaremos este tren para facilitar la subida al monte Igueldo y reengancharemos con las historias de la corte, ya que fue la regente María Cristina quien inauguró este funicular en 1912, coincidiendo con la apertura de un parque de atracciones en lo alto de la colina.

El Parque de Atracciones del Monte Igueldo tiene las mejores vistas sobre San Sebastián y una veintena de propuestas recreativas que apelan a la nostalgia, ya que su aspecto no ha sido actualizado en décadas. La atracción estrella es la Montaña Suiza, que ofrece un recorrido con espectaculares vistas de la costa.

La llamada de nuestro estómago nos empezará a devolver al presente. Así que realizaremos un corto desplazamiento para disfrutar de un aperitivo con impresionantes vistas a la bahía de la Concha. En ese lugar cocinaremos la compra realizada a primera hora y que, previamente, nos habrán traído. Los más gourmets entenderán que ahí viviremos el segundo episodio místico del día. En nuestra parada gastronómica no solo comeremos platos típicos de la costa vasca, sino que aprenderemos a elaborar los pintxos que tanta fama han dado a las barras de San Sebastián.

Los pintxos son los famosos aperitivos vascos del tamaño de un bocado. Aparecieron en los años 30, en pleno auge del veraneo aristocrático de Donostia. Cuenta le leyenda que estas delicias las crearon en el bar “La Espiga”, próximo a la playa de La Concha y aún abierto en la actualidad. Allí se inventaron este reclamo a precios asequibles para atraer clientes a la salida de la playa, que en 2017 fue elegida la Mejor de Europa por los premios Traveller’s Choice.

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El nombre pintxo se debe a que, en sus inicios, consistían en algo de comida colocada sobre un pan y atravesada o pinchada por un palillo. Los pintxos son cada vez más variados y, a día de hoy, solo algunos se sirven ensartados con un palillo. En el País Vasco es habitual ver la palabra escrita con tx, que es la forma de hacerlo en euskera. Pero también puede que la leas con ch, como se escribe en castellano.

Entre pintxos, recetas vascas de toda la vida y con las mejores vistas de la bahía de La Concha acabaremos nuestra experiencia donostiarra. Está claro que, a día de hoy, no hace falta que seamos de sangre azul para disfrutar de una jornada memorable en San Sebastián.

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