La txalaparta es un instrumento de percusión del País Vasco y uno de los grandes símbolos de su cultura ancestral. Como ocurre con otros elementos de la cultura vasca, e incluso con su idioma, el euskera, no se conoce su origen y por tanto hay muchas teorías sobre su creación. Lo que para algunos era un instrumento para llamarse entre caseríos, para otros fue un sistema para avisar de la apertura de las sidrerías.
Txalaparta es diálogo e improvisación entre sus intérpretes, que pueden variar de dos a cuatro. El instrumento se compone de una serie de tablas (tradicionalmente una o dos, aunque, a día de hoy, no existe un número máximo) que los txalapartaris o intérpretes golpean soltando ligeramente dos palos en vertical cada uno. Y es que, aunque lo parezca, nunca pierden el contacto con los mismos.
La madera que se utiliza para elaborar el instrumento suele ser normalmente de aliso, castaño, fresno, roble u otro árbol del país. Hoy en día se utilizan también maderas de otros países como el sapelly, el elondo o el iroko. Los extremos de las tablas de la txalaparta se apoyan sobre dos cestos de mimbre, sillas, cajas o caballetes.
Los separa un material aislante que permite mejorar la vibración. Tradicionalmente se usaban hojas de maíz, hierba seca o sacos enrollados. Si bien la txalaparta moderna utiliza caballetes de madera con unos soportes provistos de gomaespuma para colocar las tablas.
Txalaparta, hija de la sidra. Muchos coinciden en que este instrumento nació en los caseríos productores de sidra de la cuenca del río Urumea. En la zona de Lasarte, Hernani y Urnieta, no lejos de San Sebastián. Añaden que la txalaparta se tocaba para celebrar el final de la prensa de las manzanas.
Al parecer, solía organizarse una cena para todos los que habían participado en esa labor y después tocaban la txalaparta, que atraía a la fiesta a la gente de los caseríos de alrededor. Justamente, existe un toque de txalaparta llamado sagardodeia, la llamada para hacer la cata de sidra.
Según cuenta Ramón Goikoetxea, txalapartari de gran tradición familiar, «al acabar de prensar la manzana en el lagar se escogía un tablón de la prensa que fuera idóneo para tocar la txalaparta. Este tablón estaba húmedo y para que sonara bien lo poníamos a secar en el tejado. La gente solía estar muy atenta para saber que día se iba a celebrar la fiesta y cuando veía el tablón se enteraba de que en breve plazo se celebraría. Allí solíamos estar saltando, gritando, bebiendo sidra, y tocando y escuchando la txalaparta hasta que amanecía».
Aunque se trata de un instrumento único, sí que tiene similitudes con el ritmo con el que se golpea con palos el trigo para desgranarlo en la comarca zamorana de Aliste y con toques de golpear la cal recogidos en el cancionero popular de Burgos, de Federico Olmeda. Fuera de España, se han encontrado parecidos a la txalaparta en músicas tradicionales relacionadas con el trabajo, en Portugal, Suiza, Nueva Guinea o la Polinesia.
Ttakun, tukutun. Es la onomatopeya del sonido de la txalaparta. Sus intérpretes mantienen una conversación a golpes de palo en la que se alternan y nunca se pisan. Según la Enciclopedia Vasca Auñamendi, uno es el encargado del orden y equilibrio rítmico (txakuna), y el otro de desmontar ese orden y crear las tensiones (herrena). De ese modo, haciendo y deshaciendo ritmos en un constante acelerando, el toque va evolucionando hasta llegar al punto en el que no es posible crear más tensiones, como se aprecia en el vídeo de más arriba, de Iñaki Plaza.
Aunque las normas para tocar la txalaparta sean estrictas, permiten a sus intérpretes por medio de fraseos y de combinaciones rítmicas, del tono, la intensidad y los cambios de tempo, tocar con gran libertad para poder desarrollar su creatividad y capacidad de improvisación. En algunos lugares se realizaban toques de cuerno para acompañar a la txalaparta.
Como toda la cultura vasca, la txalaparta también estuvo prohibida en España durante la dictadura franquista, entre finales de los años 30 y los años 70. Si bien, a partir de los 60 empezó a ganar visibilidad y a salir del entorno rural para conquistar el urbano.
El número de txalapartaris fue creciendo exponencialmente, las técnicas fueron ganando complejidad e incluso empezaron a utilizarse nuevos materiales como la piedra o el vidrio para construir txalapartas.
Oreka TX es el grupo txalapartari contemporáneo más conocido por el gran público. Su innovación le llevó en su tercer disco, Sílex, a tocar en tablas de pizarra de la costa vasca con palos de bambú. Esa piedra de pizarra, proveniente de la costa oeste de Francia, es la que se utiliza para criar ostras. Se cree que consigue su particular sonoridad gracias a la sal que penetra en ella cuando está sumergida en el mar.
En algunos temas de dicho disco, Oreka TX colaboró con Kalakan: un grupo del País Vasco francés que llevó la música tradicional vasca por el mundo en la gira de Madonna en 2012. Unos meses antes, en una reunión de amigos en Biarritz, la famosa cantante sucumbió ante el arte de los músicos vascos, a los que rápido propuso una colaboración.
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