Visitar alguna de las importantes pinacotecas vascas que reflejan estos parajes, y trasladarnos después a dichos lugares (o realizar el proceso a la inversa, partiendo de la escena que inspiró a los artistas) es un ejercicio muy didáctico para conocer a fondo la cultura y la transformación que ha vivido el País Vasco desde la realización de dichas obras.
Estas dos fotos de abajo retratan la barrera de roca caliza de Urkiola. El cuadro lo realizó el célebre pintor impresionista Fernando de Amárica en 1917 en este paraje que tanto le gustaba pintar, por la espectacular belleza de esta frontera natural y por la cercanía a su ciudad natal, Vitoria-Gasteiz.
El tríptico Las puertas de Bizkaia forma parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Álava en Vitoria-Gasteiz, capital del País Vasco. La obra se expone junto a otros lienzos en los que Amárica retrató otros valles colindantes, igual de verdes y rocosos e, incluso, paisajes de Rioja Alavesa, más mediterráneos, pero igual de vascos.
Con el recuerdo fresco del tríptico en la retina, en una media hora escasa desde Vitoria-Gasteiz se puede ir a visitar el lugar donde Amárica lo pintó, para conocerlo en vivo y apreciar su evolución. Y es que en 1989 ese entorno fue declarado Parque Natural de Urkiola.
En lo que respecta a tradiciones vascas, se puede realizar este mismo ejercicio partiendo de obras que retratan celebraciones populares, como las romerías, con sus bailarines y su gastronomía. Así, por ejemplo, Ezpatadantzariak (bailarines con espada) es un óleo sobre lienzo que Aurelio Arteta pintó en 1913, y que también pertenece a la colección del Museo de Bellas Artes de Vitoria-Gasteiz. La ezpatadantza, o danza con espadas, es uno de los bailes más queridos e interpretados por los dantzaris o bailarines vascos.
No hay unanimidad sobre el origen y el significado de la ezpatadantza, pero nadie pone en duda de que se trata de la danza ritual más antigua del territorio de Gipuzkoa, concluye el colectivo de bailarines Dantzan. Según el folklorista Juan Ignacio Iztueta, este baile se interpretaba como demostración de que los guipuzcoanos, ante el riesgo de invasión, se reunían para combatir “bailando alegres al son del atabal y tamboril, y acosando a los malvados hasta expulsarlos rápidamente de su territorio”.
Para el historiador Pablo Gorosabel, se trata de «la ofrenda anticipada que los guerreros hacían a la Virgen antes de sus expediciones militares, o bien una acción de gracias por esas mismas guerras después de sus victorias».
En algunos pueblos, la ezpatadantza se baila en iglesias, como es el caso de San Juan de Luz en la fiesta anual de la Orden de Corsarios Vascos, a la que te propongo ir en mi walk a Iparralde.
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