Getaria es uno de esos pueblos con tantos atractivos que bien vale más de una visita, o una visita de más de un día. Esta coqueta y auténtica localidad costera, próxima a San Sebastián, es cuna de personajes tan célebres como el modisto Cristóbal Balenciaga y el marino Juan Sebastián Elkano, que en siglo XVI completó la primera vuelta al mundo.
Getaria es también uno de los puertos más importantes de la pesca de bajura del litoral vasco. Anchoa, bonito y verdel son algunas de las principales especies que barcos de vistosos colores descargan tras sus campañas.
Esta localidad marinera ha desarrollado, por tanto, una rica cultura gastronómica que va más allá del pescado y del marisco, ya que en lo alto de sus colinas se produce Txakoli, un popular vino blanco que se degusta tanto en las propias bodegas productoras como en los bares y restaurantes que encontramos en las calles de su casco antiguo.
Quien quiera disfrutar de los encantos de la gastronomía local, resulta imprescindible unirse al poteo previo a comidas y cenas, que, especialmente en verano, abarrota las calles empedradas de la parte vieja. Así se le llama al ritual de aperitivo en el País Vasco, que consiste en ir de bar en bar tomando una bebida, acompañada muchas veces de pintxos, que en el caso de Getaria abarrotan las barras de los bares y hacen las delicias de los clientes.
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Mención especial merecen las parrillas que se pueden ver en la entrada de algunos restaurantes de Getaria. Son verdaderos iconos de la gastronomía local que, cuando están en funcionamiento, atrapan a los paseantes por el exquisito aroma que desprenden.
Antiguamente, los marineros, incluido el propio Juan Sebastián Elkano, se las subían al barco para preparar las capturas que realizaban durante sus travesías. Tan importantes eran para ellos, que el célebre marino legó tres parrillas a Getaria antes de morir.
Con el paso del tiempo, estas barbacoas se trasladaron a tierra. Fue en los años 40 del pasado siglo, cuando las tabernas a las que iban los pescadores instalaron parrillas para que ellos mismos asaran sus capturas.
A día de hoy las asan los parrilleros de los restaurantes, verdaderos artesanos de las brasas y del particular aliño que echan a sus asados. Una especie de vinagreta popularmente conocida como que le parió o (más devotamente) agua de Lourdes, por el milagroso beneficio de dicho toque magistral.
Un paseo hasta la cima del ratón de Getaria (a 100 metros de altitud) puede ayudar, sin duda, a bajar tan suculenta comida. Se trata de un islote con perfil de roedor (de ahí el apodo) que en el siglo XVI se unió al puerto mediante un espigón, convirtiéndolo así en uno de los refugios más seguros del mar Cantábrico.
El ratón es otro popular icono más de Getaria, a cuya cumbre merece la pena subir en una media hora de paseo, porque ofrece una panorámica espectacular de toda la costa vasca. Es un camino para todos los públicos, con bancos y miradores para descansar y disfrutar de la vista de sus acantilados.
El nombre oficial del promontorio es Monte San Antón y, a día de hoy, es un pequeño parque natural con variedad de árboles y plantas autóctonas y exóticas, culminado por una antigua atalaya renovada, a la que llaman Katxapo. El faro, que está algo más abajo, es la otra construcción de este monte donde antiguamente avistaban ballenas, la llegada de navíos y de galernas.
Otras propuestas ideales para completar un buen walk en Getaria serían, por ejemplo, dos playas: Malkorbe (la más tranquila) y Gaztetape (para los surfistas); el paseo marítimo que une Getaria con la vecina Zarautz; la iglesia gótica de San Salvador, Monumento Nacional, con su cuesta, sus diferentes niveles para sortear el escarpado terreno y sus dos barquitos colgados del techo; y, cómo no, el Museo Balenciaga. Y es que Getaria es un pueblo que, en sí mismo, bien vale unas buenas vacaciones.
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