Salir de los senderos naturales más trillados tiene su premio: la tranquilidad. Aparte, claro está, de conocer la autenticidad y la belleza particular de cada lugar. Los 5 parques naturales menos conocidos del País Vasco no son parajes ignotos, pero sí menos explorados por el gran público, incluido el propio ciudadano vasco de a pie.
Sus nombres son Armañón (en el territorio histórico de Bizkaia), Izki y Valderejo (en Álava), y Aiako Harria y Pagoeta (en Gipuzkoa). Todos, salvo el de Pagoeta, están en los confines del País Vasco, de norte a sur, este y oeste. Así que visitándolos todos, se consigue una visión global de los dos climas predominantes del País Vasco: el atlántico y el mediterráneo, con su respectiva biodiversidad.
Un parque natural pretende conservar y mantener la flora y la fauna del entorno protegido.
Esa conservación es compatible con el aprovechamiento de sus recursos y las actividades de sus habitantes, a menudo vinculadas a la ganadería, como veremos a continuación.
Parque natural de Armañón: En el límite con la comunidad autónoma de Cantabria, alberga la espectacular cueva de Pozalagua, con sus curiosas estalactitas excéntricas. La zona protegida combina montaña, prados para ganado y bosques autóctonos, como los encinares de Jorrios y Sopeña, y robledales como el de Remendón.
Una variedad que atrae a distintas especies ornitológicas, incluido el alimoche, un ave a día de hoy protegida. De la actividad ganadera también destacan especies autóctonas como la oveja carranzana de cara roja, la vaca monchina o el perro villano de las Encartaciones.
Parque natural de Pagoeta: Destacan sus verdes prados que caen hasta el mar y el arte rupestre de las cuevas de Altxerri, nombradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Este parque natural acota un paisaje humanizado de campiña y caseríos. La ferrería Agorregi del siglo XV, el jardín botánico de Iturraran y las neveras que muestran las antiguas técnicas de conservación en frío completan las visita.
Parque natural de Izki: En el límite con la comunidad foral de Navarra, este parque es una extensión eminentemente forestal que alberga la mayor concentración de robles Quercus pyrenaica de Europa. Son especialmente recomendables la espectacular foz del rio Izki, bordeada por montañas, así como las cuevas eremíticas de Laño y Santorkaria. Esta Capadocia de Treviño, estuvo habitada entre los siglos VII y X. A partir de entonces, se utilizó como necrópolis, como bien atestiguan las tumbas cavadas que hay en la roca.
Parque natural de Aiako Harria: Este parque tiene un impresionante macizo granítico desde el que se puede contemplar la bahía de Txingudi, que representa la frontera marina y terrestre de Francia y España. Es, de hecho, uno de los extremos occidentales de la cordillera pirenaica, y una de las formaciones rocosas más antiguas del País Vasco.
Afloró a la superficie hace 250 millones de años y en algunos puntos se han encontrado fósiles de animales marinos. También se puede acceder a las entrañas de las rocas a visitar las minas de Arditurri. Se trata de uno de los pocos cotos mineros de España que ha sido explotado durante más de dos mil años, de forma casi ininterrumpida.
Empezaron los romanos extrayendo galena argentífera para obtener plata. A lo largo de los años, se ha obtenido allí desde hierro, a plomo y fluorita, hasta que cerraron en 1985. Los asentamientos humanos de este parque natural datan de tiempos prehistóricos, tal y como lo atestiguan los crómlech, túmulos y dólmenes diseminados por el paisaje.
Parque natural de Valderejo: Dicen los expertos que, si amas el senderismo, debes pasear por este parque natural alavés que linda con la provincia de Burgos. La joya paisajística de este valle, cercado por empinadas laderas, es el desfiladero del río Purón. En sus altas rocas vive la mayor colonia de buitre leonado de Euskadi.
También merece la pena dar un salto a la cercana Colegiata de Valpuesta. Se trata de una sorprendente iglesia gótica, y antigua sede episcopal, que a duras penas se mantiene en pie. Los vecinos pelean porque este templo, al que le atribuyen ser cuna del castellano, sea tomado en la consideración que se merece.
Y es que allí se escribieron los llamados Cartularios de Valpuesta: los primeros textos escritos en castellano y en euskera, del siglo IX. O sea, anteriores a los del monasterio riojano de San Millán de la Cogolla, donde se dice que están los primeros.
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